CRÓNICA: 1 de noviembre de 2025
CRÓNICA: 1 de noviembre de 2025
En las horas noctambulas de este nuevo mes acabo de ver el documental en Telemadrid titulado "La Almudena. Ciudad de silencio" donde he vuelto a recordar y aprender sobre su historia, especialmente escuchando a nuestro amigo LuisMa Ría
Ayer por la mañana visité el camposanto de Valdepiélagos llevando flores a mi madre.
Cada vez tengo más claro que el recuerdo no diferencia la llama de la tierra. Que la huella que dejamos en esta vida no es sólo una lápida y un epitafio olvidado pasadas unas cuantas generaciones. Pero hablo de mi vida y no de los que amo. A ellos prefiero tenerlos, como me enseñaron en mi infancia, en algún lugar donde pueda visitarlos.
Quizás los griegos buscaran la paz en una simple pira funeraria y no fuera necesario más gesto para recordar a cualquier héroe o filósofo o ciudadano que hiciera algo para su polis. Los medos y seguidores de Zoroastro tenían tan claro la impureza de la muerte que usaban las torres del silencio para que los buitres consumieran los cuerpos antes que fueran mezclados con el fuego o con el agua, pero no me imagino que nadie hoy día fuera llevado a las laderas del río Lobos en Soria, por ejemplo, para que las rapaces se encargarán de dejarles los huesos blancos.
El recuerdo no necesita de tales faustos y puede quedar plasmado en una sonrisa, unas palabras, un beso, un brillo en los ojos, una caricia, una conversación, un paseo...
Lo que si tengo claro es que esta fiesta no es una fiesta de calabazas, brujas y americanismos varios... está fiesta es un pararse en esos recuerdos que ya nada podrá traernos del pasado, es un paseo a un camposanto de vidas apagadas entre cipreses, unas flores, y unos buñuelos y huesos de santos. Que los gringos no saben de Zorrilla y de Don Juan. Y recordando a Tenorio me ha llevado la memoria a otra de sus obras, "A buen juez, mejor testigo" y a dos valdepielagueños que lo sabían recitar, Alicia y Emilio.
Hace años escribi como recordaba esta fecha y me parece adecuado traerlo del pasado...
"Hoy es el día del año que mi madre me preguntaba si quería que le acompañara. Y siempre le contestaba que sí. Cogíamos una autobús de una linea especial sólo para estos días y nos íbamos a la Almudena. A mi abuelo le gustaba llamarlo el Cementerio del Este y me contaba, que durante la guerra fusilaron a gente en sus tapias, aunque preferían meterlos en camiones desde las checas y matarlos a orillas del Jarama, pero cuando terminó la guerra Franco volvió a utilizar el muro para fusilar a mucha más gente. Yo cuando miraba esos ladrillos rojos pensaba el dolor que habrían recibido al traspasar miles de cuerpos. La tumba de mis bisabuelos y de mis abuelos está muy cerca de la entrada. Es una tumba de mármol viejo comido por el tiempo con una estructura de hierro en la cabecera que se eleva hacia arriba terminando en un arco y que muchos años había que volver a colocar por los envites del viento. Germán Aroca era mi bisabuelo. Es la parte castiza de mi sangre. Si me puedo considerar gato es por los abuelos de mi madre. Mi abuelo era de Cuenca, de un pueblo llamado Sisante. Y vino a Madrid a casarse con la hija de Germán. Vivieron en la calle de Los Madrazo antes de venirse a vivir a la calle del Doce de Octubre. Antes de llegar a la tumba mi madre recorría los interminables puestos de flores de la entrada y siempre escogía las mejores. Armada de cuerda y tijeras que llevaba en una bolsa se acompañaba de un pequeño recipiente de plástico y un cepillo sin el palo para limpiar la tumba. Cogía cuerdas e iba atando algunas flores en el adorno de hierro mientras rellenaba los pies de la tumba con muchas otras flores cortando los tallos para dejarlas a varias alturas. Era un trabajo entrañable y el resultado era precioso. Luego, me daba el recipiente de plástico y tras varios viajes a una fuente cercana los rellenaba de agua. Después de dedicar un silencio y tras un rato, me paseaba por el cementerio enseñándome tumbas de gente conocida. Mira, esta era una bailaora, aquel, un torero...
Aquellas visitas anuales acabaron de repente, de la misma forma que murió mi madre.
Aunque ella no está enterrada allí sino en una ladera mirando a olivos y rodeada de algunos árboles de membrillos echo de menos aquellas tardes... y aquellos paseos... aunque realmente... a quien echo de menos... es a ella."
Esta mañana he visitado esa ladera justo antes de llegar a Valdepiélagos. Y allí he visitado esa biblioteca de vidas. La tumba de mi madre ya se adornaba de bonitos colores antes que yo llegara. Anamari y Alicia siempre estan pendientes del lugar donde yace, bien poniéndola flores o limpiando la sepultura. También he saludado a Teresa y hemos recordado a bisabuelos comunes.
Luego he encontrado a Marisol y hemos removido el pasado desde el recuerdo hablando de vidas nada fáciles y de vidas no olvidadas. Es un placer poder compartir con ella instantes y aprender recuerdos. Sus recuerdos me hacen fijar los míos. Y sus confidencias con mi madre me hace volverla a vivir. Seguro que nos ha escuchado hablar a su lado.
La mañana era gris pero al final quería abrirse en algún punto con el azul del cielo.
Hoy no he olido a membrillos pero el milano de siempre ha venido a saludarme con su vuelo girado como guardián del cementerio una año más o quizás, uno menos.
@agustindelasheras
@cronistadevaldepielagos
@presidentecronistasmadrileños

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