CRÓNICA: MUJER TRABAJADORA
Si vas a la plaza cómprame queso de Burgos, le dijo mi abuelo. No entendía por qué mi abuelo llamaba plaza al mercado de Ibiza, junto a El Retiro. Quizás una reminiscencia de cuando en Sisante, Cuenca, su propia madre iba a la plaza a comprar bacalao salado que traían aquellos carros de ultramarinos o bien carne de La Roda y hortalizas del valle del Júcar.
El mercado de Ibiza estaba al lado de la tienda de Pirulo y todos los días mi madre iba a la compra. Tenderos y señoras se conocían por el nombre. Concha, compra hoy boquerones que están a buen precio. Concha, llévate un buen trozo de bonito en escabeche que acabo de abrir una lata de dos kilos...
Mi madre no conocía de nóminas y contratos. Nunca recibió un salario por su trabajo. Sin embargo trabajaba a diario.
Me levantaba todas las mañanas y me ponía un colacao. Luego me vestía con ropa limpia y me llevaba al colegio. Daba de desayunar a mi abuelo. Hacía todas las camas. Luego iba a la plaza y volvía a hacer la comida. Todos los días había un plato caliente o frío dependiendo de la época. Recetas que nunca más he vuelto a probar. Después de comer me llevaba otra vez al colegio y me recogía por la tarde. Me daba una bocadillo como merienda. Preparaba una cena con varios platos, como le gustaba a mí padre cuando volvía de circular en el circular. Y a todo esto fregaba y recogía, ponía lavadoras, planchaba y todo sin horarios ni convenios y al contrario que mi padre sin tener ni un solo día libre. Realizaba tareas extras cuando caía malo o cuando a mi abuelo le dieron varios infartos. Todo lo asumía. Nadie le ayudaba.
A pesar de ello siempre tenía una sonrisa para mi. Una caricia o un peinado a su manera. Un besar en mis heridas. Una mirada dulce cuando teníamos que escuchar sermones ajenos durante las comidas. Y una cara de resignación cuando oia quejarse a quien menos razones tenía.
Cuando llegó la transición no creo que supiera por qué podía votar. Ni siquiera por qué ya no tenía que sacar dinero del banco acompañada de su marido.
Ella no sabía que podría estudiar en la universidad cuando apenas la enseñaron a leer y escribir. Ni que las mujeres trabajadoras tenían jornadas de ocho horas, días festivos y un mes de vacaciones.
Nadie le explicó lo que era la igualdad porque ni siquiera le preocupaba a su marido explicárselo.
Nunca la oí protestar a pesar de sentirse cansada.
Me hubiera gustado con los años pasear por El Retiro con ella. Hacerle la compra todos los días, prepararle su comida preferida y recoger la cocina mientras se tomaba un café que le hubiera preparado. Me hubiera encantado dejar en sus brazos a su nieta para que le sonriera. O abrirle la puerta de mi casa cuando viniera. Le hubiera dedicado mis cuatro libros y le hubiera leído cuentos o crónicas que yo mismo le habría escrito. Le hubiera podido dar dos besos todos los días mientras miraba la profundidad de aquellos ojos verdes que tenía, pero... la noche de un ocho de marzo, qué curioso, de hace treinta y dos años, algo o alguien decidió robarme mís deseos al igual que a ella le robó la vida.
Murió en mis brazos cuando acababa el. Día Internacional de la Mujer, tenía 55 años, y yace enterrada en esa ladera de Valdepiélagos, en el camposanto, frente a los olivos, donde alguna rapaz se dibuja suspendida en los días de viento sobre esa biblioteca de vidas pasadas, de muchas mujeres trabajadoras, que sin ellas no existiríamos.
No sé si a nadie más le importó pero yo sí puedo decir que conocí a una de aquellas mujeres trabajadoras.
Y era mi madre.
@agustindelasheras
@cronistadevaldepielagos
Me encanta el recuerdo que haces de las mujeres trabajadoras y que tantas veces las olvidamos, gracias.
ResponderEliminarGracias porr leerme
EliminarMe acabo de ver en un espejo, acaba de retratar a muchas madres, evocando muchos recuerdos. La crónica, se hace arte cuando sale de tu pluma.
ResponderEliminarMuchísimas gracias Agustin.
Agradezco tus palabras
EliminarGrandioso y nostálgico recuerdo de tu madre, anhelante de más, como no podía ser de otro modo. Describes cada momento, mirada y gesto como si fuese una imagen para los que te leemos, a la vez que un recuerdo casi "copia y pega" de tantas madres de aquel entonces. Honras su memoria, como mujer y persona. Gracias por acercarnos a ella mientras disfrutamos de tu narración.
ResponderEliminarGracias por tu comentario
EliminarHola Agustín, acabo de leer todo este tramo de la mujer trabajadora que se parece a ti yo creo que es tu madre, y he leído más también más o sea otros otros tramos del tío loco y el el otro tío y tantas cosas más,y me parece tan bonito es interesante la historia de un pueblo de tu pueblo. Cada pueblo tiene su historia y hay tantos y tantos que deberían ser contada, pero para eso tiene que haber personas como tú. Y de eso ya queda muy poco o nada, nos toca vivir una época de violencia de guerras de corre pa aquí y para allá.
ResponderEliminarAgustín, no ando por internet porque en un intervalo de siete meses se me fueron dos hijos dos pedazos de mi alma y de mi corazón los dos mayores y estoy viviendo una tristeza y una ansiedad tremenda. Se me ocurre contártelo a esta hora de la noche después de tomarme un yogur que ya me voy a la cama.
Buenas noches y buen descanso y mucha suerte en tu caminar por la vida. ♥️