CRÓNICA: Médicos, medicinas y farmacias.
CRÓNICA: Médicos, medicinas y farmacias.
Cuando mis tías y mi padre eran pequeños, huérfanos de madre y con un padre envuelto en la vorágine del Madrid de la guerra, cada vez que los abuelos tenían que llamar al médico y éste recetaba medicinas había que ir a buscarlas. Casimiro era un padre para sus sobrinos. Muchos días cogía la borrica y el camino de Torrelaguna e iba a comprar medicinas cuando, los remedios de la abuela Ceferina como las del resto de las abuelas no funcionaban. Durante siglos se conocían las propiedades de las plantas y de las raíces pero en tiempos de la inquisicion la línea de la brujería con el conocimiento era una línea muy delgada. Que se lo digan a la valdepielagueña Maria de Espolea en 1640.
La medicina y la salud fueron un quebradero de cabeza para un pueblo pequeño y la distancia un impedimento.
Nos cuenta Macario González en sus escritos que en tiempos de sus abuelos y sus bisabuelos muchos morían sin ni siquiera conocer Madrid. Para ir a la capital tenian que ir andando a Fuente el Saz para coger un coche de caballos. Y en los tiempos de Macario tenían que ir a coger el coche a Talamanca. Había sólo un coche por la mañana y otro por la tarde.
Se quejaban que el médico solo venía al pueblo tres veces a la semana. Y si no se acercaba, para una simple inyección, había que ir hasta Fuente el Saz o Algete. Una generación antes el médico subía todos los días e iba por las casas visitando a los enfermos e incluso había una persona en el pueblo que ponía inyecciones, aunque no era practicante. Por el día venía el médico andando o en bicicleta, pero si se necesitaba por la noche había que ir a buscarlo con una caballería. No había coches ni teléfono. El médico vivía en Talamanca.
En 1961, nos sigue contando Macario, tuvo que llevar con el tractor y el remolque a los niños de la escuela a vacunarse a Torrelaguna. El alcalde de entonces, Casimiro de las Heras, el mismo Casimiro del que os hablaba antes, tuvo que firmar un papel diciendo que no había otra forma de llevarles, por si les paraban los guardias.
En cuanto a la farmacia, la actual en la Calle de las Parras se abrió un 29 de diciembre del 2014. Antes había estado donde vive Marisol junto a la casa de Anatolio.
Cuándo tenía 87 años escribió Macario que donde está la farmacia había vacas suizas, luego en los años 30, fue la sede de la CNT y más tarde un granero y una papelería.
Durante la guerra civil, con la CNT en la actual farmacia, en la Casa Grande estaba la UGT. Y en la Casa del cura, actual Centro Cultural, estaba el partido comunista.
En la misma Calle de las Parras, junto a la actual farmacia, hay una casa donde vivieron los maestros, luego fue el lugar donde atendieron los médicos hasta que en el año 1999, un 17 de marzo, se inauguró la clínica actual, siendo médico Don Santiago Barroso. En la anterior hay una placa en honor del Dr. Berastegui-Sampedro en agradecimiento por los servicios prestados entre 1954 a 1984.
Al igual que en la calle del Doce de Octubre de Madrid, en Valdepiélagos, existían las igualas, un recibo mensual que pagaba la atención de un médico. Cuando tenía siete años, jugando un día lluvioso en la puerta de la casa de Pilar y Tasito, me llevé una pulmonía a Madrid. El Dr. Riopérez, un excelente médico y pediatra, me salvó. El precio fue una iguala, como la que se pagaba al Dr. Berastegui-Sanpedro en Valdepiélagos, que en octubre de 1977, era de 100 pesetas mensuales.
Fotografía de MariCarmen González.
Documento gráfico de igualas proporcionado por MariMar González.
@macariogonzalez
@agustindelasheras
@cronistadevaldepielagos
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