CRÓNICA: Alejo Vera Estaca, hijo de valdepielagueña.


CRÓNICA: Alejo Vera Estaca, hijo de valdepielagueña.

Cuando hablaba de Manuela González y su exposición me referí a ella como la Alejo Vera del siglo XXI

¿Y quién fue Alejo Vera? -me preguntasteis algunos.

Lo conté hace tiempo. 

Recuerdo un libro de páginas amarillentas y olvidadas, pero no el lugar dónde fue ojeado, donde en un blanco y negro impreso vi una escena de nuestra historia que me llamó la atención. El título aún lo tengo presente "El último día de Numancia". Una obra impregnada del romanticismo del último tercio del XIX que representaba a los pobladores numantinos que prefirieron el suicidio antes que rendirse a Roma. Aunque la majestuoso de las construcciones difiere de lo que en realidad era un asentamiento más modesto como podemos ver en las excavaciones de Garray, Soria, las armaduras anacrónicas de los romanos y la altura de las murallas están muy lejos de la realidad, el sentido de la insumisión a los invasores aun llegando al suicidio delimita el sentido de lo que el romanticismo trataba. Este cuadro se puede ver en la Diputación Provincial de Soria. 

Es curioso como la muerte ha llevado al olvido incluso a mujeres y hombres ilustres. Aunque sus obras permanecen, sus vidas se apagaron en un silencio tal que ni en su entierro fueron reconocidos sus méritos. Murieron solos. Así es esta España cruel y olvidadiza con los suyos.

Esta injusticia de amnesia la intentamos curar los cronistas. 

La historia desvanece a los insignes hasta que por arte de magia alguien se acuerda que hace cien o doscientos años, nacieron o murieron. Y es más, muchos se rasgan las vestiduras diciendo que el ilustre finado era de mi provincia, de mi campiña o de mi tierra. Esto ocurrió con Alejo el año pasado. 

El 4 de febrero de 1923 Alejo Vera Estaca, el pintor, murió sin ningún acto honorífico en su casa de Madrid. De hecho la noticia de su muerte se hizo pública unos días después. Aquel discípulo de Federico Madrazo, estudiante de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, premiado por cuadros como “Entierro de San Lorenzo en las catacumbas de Roma” y “Santa Cecilia y San Valerio”, que dejó su huella en el mismo techo de la Cámara de Comercio e Industria de Madrid, que perteneció a la Academia de España en Roma y fue nombrado director, donde pintó el cuadro que siempre admiré de joven y no supe en aquellas fechas el origen del autor, “Numancia o El último día de Numancia” enseñó su arte a sus alumnos mientras la salud se lo permitió, 

Uno de los datos que sabemos es que el pintor Alejo Vera Estaca nació en Viñuelas, provincia de Guadalajara. Eso es indudable. No seré yo quién cuestione si nació allí porque vivía allí su familia o iba de paso. No tengo datos para afirmar una cosa u otra. Solo puedo afirmar que la madre estaba allí. Tampoco puedo afirmar que don Alejo fuera alcarreño o guadalajareño de pura cepa. Define la RAE, a una persona de pura cepa, como aquella auténtica, con los caracteres propios de una clase. Y ¿De qué clase era Alejo? ¿Qué sangre llevaba? 

Y lo que no he podido demostrar, hasta ahora en esta crónica, desde este punto podré hacerlo porque será con datos que figuran en escritos. Y “puesto que lo que se hace con el tiempo muy fácilmente se borra en la memoria humana a no ser que se eternice mediante el testimonio de la escritura” como dijo Don Rodrigo Jiménez de Rada, cuyo nombre recordamos el año pasado en la conmemoración del VIII Centenario del Fuero de Talamanca, estas palabras toman verdadero significado. Y por eso lo escribo.

Veréis, un lunes 14 de mayo de 1832, víspera de la fiesta del patrón de Valdepiélagos, San Isidro, la boda de “Noverta” Estaca Moreno, la hija de los también valdepiélagueños, Victor y “Balvina” con aquel madrileño, viudo, llamado José Vera, debió ser un acontecimiento. Aquel día, en la iglesia parroquial de Valdepiélagos, habiendo hecha en ella las tres amonestaciones prevenidas por el Santo Concilio de Trento en tres días, a saber, el uno, el tres y el seis, sin haber en ellas impedimento alguno y habiendo igualmente realizado el examen de doctrina cristiana, Pablo Lillo, predicador llegado del mismo Convento de San Francisco de Uceda, con licencia del señor cura, desposó y veló según rito de esta diócesis a José y a Noverta.

José, el futuro padre de nuestro pintor, era hijo del alicantino José Vera y de Lorenza “Belasco”, esta última natural de Valdeolmos, villa y anterior aldea bajo el Fuero de Talamanca. En cuanto a la madre del futuro ilustre era hija de Victor Estaca y Balvina Moreno, ambos vecinos de Valdepiélagos y feligreses de esa iglesia. Y de aquel casamiento fueron testigos Luciano Daganzo, Antonio Puentes y otros parroquianos.

Esto figura en el Libro Quinto de Matrimonios de la Iglesia de la Asunción de Nuestra Señora de Valdepiélagos. Como figura antes el bautizo de la novia y el fallecimiento de los abuelos, junto con muchos más datos familiares en otros libros. Víctor Estaca falleció a los 66 años en junio de 1843. Balvina Moreno había fallecido antes, el 5 de noviembre de 1823 y está enterrada frente al altar del Santo Cristo, del tramo primero, nada más entrar a la derecha en la iglesia de Valdepiélagos. Eso explicaba a Fernando, de Ruta 179, cuando le contaba lo que había bajo su suelo. Puestos a celebrar aniversarios, el año pasado, 2023, se cumplieron 100 años del fallecimiento de Alejo Vera Estaca y 200 años del fallecimiento de su abuela. 

Y si hemos de celebrar su obra recordando su muerte no le hagamos sólo nuestro. Basta ya de inútiles fanatismos posesivos que llenaron artículos y artículos durante meses. Don Alejo nació en Viñuelas, Guadalajara, estudió en el Instituto de San Isidro de la calle de Toledo, Madrid, como este humilde cronista que nunca le llegará a la suela de sus zapatos, y murió finalmente en la capital. Eso es cierto, indudable y categórico. Como cierto es que la mitad de la sangre que corría por sus venas era valdepielagueña.

Valdepiélagos no puede hacerle sólo suyo pero tampoco nadie debería hacerlo. Porque si el resto lo reivindica, Valdepielagos también tiene derecho. 

Y ya en este siglo XXI y desde el pasado fin de semana podemos afirmar que este pueblo ha dado como fruto ilustres pintores. Uno fue Alejo Vera y cien años después, Manuela González . 

@agustindelasheras

@cronistadevaldepielagos

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