CRÓNICA: UN TREINTA Y UNO DE MAYO

 

UN TREINTA Y UNO DE MAYO


Pío Baroja conocía a Mateo Morral de frecuentar el Café Candelas de la calle Alcalá. Su hermano Ricardo Baroja le hizo un retrato y hasta Ramón de Valle Inclán le compuso un poema. 


Un 31 de mayo de 1906 un borbón se casaba. Faltaban cinco minutos para las dos y la comitiva se acercaba por la calle Mayor despues de celebrarse la boda en los Jerónimos. A la altura del 88, una bomba, de las de tipo Orsini, fue lanzada entre unas flores por Mateo Morral desde un balcón. El paquete golpeó el tendido del tranvia y erró su objetivo, pero se dirigió a la multitud. Murieron veinticinco personas y hubo más de cien heridos. 


Lo que pasó después es medio historia medio leyenda. Morral se ocultó en la redacción de El Motín. Durmió en casa de un tipografo y a la mañana siguiente viajó a Torrejón de Ardoz, planeando huir en el tren de Barcelona. En la Venta los Jaraices le vieron vestido con mono de trabajo pero con unos modales que no eran los de un obrero y unido al acento catalán hicieron que se avisara a un guarda jurado de una finca vecina. Éste le conminó a que fueran juntos al cuartelillo. Pero ninguno llegó. Los dos yacían muertos con bala en el camino. 


Una crónica del periódico ABC del 15 de junio de 1906 (unas dos semanas después del atentado), relataba cómo Mateo Morral habría sido visto junto a una persona no identificada el día 26 de mayo tallando un mensaje amenazante en un árbol del parque del Retiro: "Ejecutado será Alfonso XIII el día de su enlace - Un irredento - Dinamita". 


Nadie lo leyó entonces. 


"... 

¡No muerdan los canes de la duna ascética

La sombra sombría del que va sin bienes,

El alma en combate, la expresión frenética,

Y el ramo de venas saltante en las sienes!...


En mi senda estabas, mendigo escotero.

Con tu torbellino de acciones y ciencias:

Las rojas blasfemias por pan justiciero,

Y las utopías de nuevas conciencias.


¡Tú fuiste en mi vida una llamarada

Por tu negro verbo de Mateo Morral!

¡Por su dolor negro! ¡Por su alma enconada,

Que estalló en las ruedas del Carro Real!..."

VALLE-INCLAN

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