CRÓNICA: EL JARABO

 


JARABO


Muchos del barrio le conocían de vista. Un individuo alto, de 105 kilos, buenos trajes, engominado y galán no pasaba desapercibido. Veintidos años tenía mi madre aquel año y el suceso lo recordaba en casa como si hubiera ocurrido hacía dos días. Sí, sí, yo le vi alguna vez, me decía. Pobre mujer, estaba embarazada. Y la criada, ¿qué culpa tenía?


La noticia la publicó por la mañana el Abc y el Ya. Por la tarde la remató Informaciones y Pueblo. Los periódicos pasaban de vecinos a porteros en las calles vecinas, y de puesto a puesto dentro del Mercado de Ibiza. 


Las calles Lope de Rueda y Alcalde Sainz de Baranda se hicieron tristemente famosas en el verano de 1958, cuando José María Jarabo Pérez-Morris, de 35 años, cometió un cuádruple asesinato. Un crimen con cuatro muertes a sangre fría, dos hombres y dos mujeres - una sirvienta y otra embarazada-. Un asesino de buena familia, alumno del colegio de El Pilar. Un dandi elegante, un señor como le gustaba repetir y que luego vivió en Estados Unidos. 


En el número 19 de Sainz de Baranda, uno de los dos lugares del crimen, había una tienda de compraventa y empeño llamada Jusfer. El día 21 de julio, al dueño de la tienda, Félix López, le habían disparado dos veces en la cabeza cuando entraba en la tienda. A la vuelta de la esquina, en la calle Lope de Rueda 57, fueron encontrados tres cadáveres: Emilio Fernández, socio del anterior, su esposa, María de los Desamparados Alonso, muertos a tiros y Paulina Ramos, la sirvienta, de una puñalada en el corazón.


Jarabo alternaba en el Madrid de los cincuenta gracias a chanchullos, drogas y todo aquello relacionado con el hampa. Era rey en aquellas noches de tuburios, ajenos a la vida del resto de los madrileños cuya única preocupación era sobrevivir y ser feliz dentro de sus posibilidades.


Jarabo estuvo cuatro años en una cárcel americana. Tras cumplir la condena se afincó en Madrid con dinero de sus trapicheos y de su madre. Y su único objetivo era vivir y gastar, primero fundiendo lo que traía y luego utilizando su porte mediante engaños y braguetazos. 


La sentencia del Tribunal Supremo fue clara. En el verano de 1958, la inglesa Beryl Martin Jones, casada y amante de Jarabo, le pide que le devuelva un brillante, regalo de su marido, que le había entregado para su empeño. La joya, de unos cuarenta mil duros, había sido empeñada por Jarabo por cuatro mil pesetas. Dicen que existía una carta con detalles personales del adulterio que también quería recuperar. 


Jarabo que no tenía dinero para recuperar la carta y la joya empeñada en Jusfer, trama un plan. El 19 de julio, fue al domicilio de Emilio, en Lope de Rueda y ante un descuido del sereno se cuela en el portal. Paulina, la criada, le abre la puerta de la casa, está sola y le acompaña al salón engañada por la labia de Jarabo. Éste le sigue a la cocina, golpeándola con una plancha en la cabeza. Con un cuchillo de cocina se le clava el corazón. A continuación llega Emilio y le dispara en la nuca. Amparo, la esposa de Emilio, llega más tarde y se encuentra con Jarabo, que se hace pasar por inspector de Hacienda. Ella se mosquea y huye, Jarabo la atrapa en su dormitorio y le dispara en la cabeza. 


En la vivienda, el asesino no encuentra ni la carta ni la joya que Jarabo quería recuperar. Se cambió la camisa ensangrentada y pasó la noche en la casa al estar el portal cerrado. La mañana siguiente va al cine Carretas y por la tarde a la pensión de la calle Escosura donde vivía.


El lunes 21, muy temprano, Jarabo fue a la tienda de Sainz de Baranda y entra con la llave robada en la casa del socio. Sin darle tiempo, al abrir la puerta, le disparó dos tiros en la nuca. Jarabo no encuentra la joya ni la carta y lleva el traje ensangrentado a una tintorería de su confianza en la calle Orense, inventándose que la sangre es de una pelea en Chicote, donde vuelve, toma unas copas y pasa la noche con dos meretrices. 


Se descubrieron los cadáveres y el dueño de la tintorería avisó a la policía mosqueado por tanta sangre. Al ir a recogerlo Jarabo fue detenido por la policía. En la Dirección General de Seguridad, en la Puerta del Sol, con más labia y sangre fría, consigue comida del restaurante Lhardy, una botella de coñac francés y una inyección de morfina. Cuenta que los prestamistas le habían chantajeado. Total, cuenta todo. 


Jarabo fue condenado a cuatro penas de muerte, aunque sólo pudo ejecutarse una vez. Jarabo era gato pero... . con una sola vida. 


El 4 de julio de 1959, en el patio de la cárcel de Carabanchel, le dieron garrote tras cinco vueltas de tuerca de un verdugo chapucero. Eso sí, iba trajeado en blanco hecho todo un pincel. 


Pobre criada y pobre mujer embarazada, decía mi madre cada vez que lo recordaba.

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