CRÓNICA: LORENZO GIL Y GIL, HIJO DE BALBINA GIL, UNA MATRONA DE VALDEPIÉLAGOS.




CRÓNICA: LORENZO GIL Y GIL, HIJO DE BALBINA GIL, UNA MATRONA DE VALDEPIÉLAGOS. 

La saga de Erik el Rojo también llamada saga de Thorfinn Karlsefni, antes de ser llevada al papel por un personaje anónimo en el siglo XII, recogía las historias de la saga islandensa que habían sido contadas de padres a hijos alrededor de un fuego en los años anteriores. Al igual que en tribus africanas, como los Mandinga, se encuentran personas mayores que han recopilado desde que eran niños la historia de su pueblo para contarla y que no se perdiera. Nada comparable con los anales romanos que contaban solo la vida de los emperadores y los que se movían a su alrededor dejando en el olvido el pueblo llano.

Creo que mi labor de escribiente de los verdaderos cronistas me lleva a hablar con todos aquellos que quieran contarme algo de su pasado en Valdepiélagos, con la única razón que sus nombres perduren siempre y no se olviden al cabo de cuatro generaciones porque nadie les ha dado a sus vidas el suficiente valor para ser incluidos en los libros que llaman de Historia. 

Hace meses pude disfrutar de otro ser entrañable que debemos dejar que nos viva en su presencia. En una sociedad donde al cerebro la información llega por unos cascos, donde la vorágine nos impide mirar el instante, sólo los que hemos cumplido muchos años apreciamos la palabra de la experiencia. Sí, también he sido joven y mi atención se perdía en futuros inciertos sin dar valor a este conocimiento y la vida pensaba que era una carrera donde no me podía detener a escuchar batallas y otras guerras. Y desde la perspectiva de un siglo distinto al que nací soy consciente que perdí muchos instantes.

Como os decía, hace unos meses, conocí a una persona que merece ser escuchada. Y os puedo decir que he disfrutado haciéndolo.

La conversación fue durante un paseo. La vida atracadora de sentidos hace años que injustamente le robó la vista.

Le estában leyendo el libro. Y disfrutó más en los últimos capítulos porque le recordaba lo vivido. Como me decía, hasta ese momento, no conocía a nadie.

Lorenzo Gil y Gil, valdepielagueño, es de la quinta de mi padre, amigo de Anatolio y por lo que he percibido, muy querido por todos sus conocidos. Nació el 9 de diciembre de 1932.

La conversación ha ido dando vaivenes entre datos y anécdotas. Y mi silencio mostraba que quería oirle.

Me hablaba cuando iban al bar de José y Araceli les preguntaba qué querían. Cada uno se pagaba lo suyo, pero poco era lo que tenían. Hasta lo ganado de ojeadores en los domingos de caza de los señoritos era per capita de sustento en casa.

Lamentaba su ceguera. Y que no la dio la importancia que merecía cuando le avisaba aun joven. Hasta se lo decía el pescadero que iba al pueblo ¿El cachondo? Le he preguntado ¿uno que tenía la pescadería en un ringurrango que hace la calle Nuestra Señora de Valverde en el pueblo de Fuencarral? ¡Sí, ese! Me ha contestado. ¿Cómo sabes tú eso? Me estaré haciendo viejo, he pensado para mi.

La madre de Lorenzo se llamaba Balbina. Gil Moreno y ayudó a que vinieran al mundo muchos valdepielagueños que hoy tienen entre 60 y 70 años. Qué hubiera sido de un pueblo sin la experiencia de las parteras. 

Luego, él mismo me ha ido contando cosas como lo hacían Anatolio y Alicia. Datos con fechas no de años sino de meses y días, contestándome con el "ya ves" típico de nuestro pueblo. 

Lorenzo era hijo de Balbina y de Prudencio Gil Chicharro. Y se casó con una zamorana de la Puebla de Sanabria nacida en el pequeño municipio de Lagarejos de la Carballera, tierras del Conde de Benavente, nacida el 14 de noviembre de 1935.

Me contó como a mi padre le dejó el alcalde que le dedicara unos versos al señor obispo cuando vino a ver el desaguisado del rayo en el campanario. Para después recorrer las familias del pueblo con fechas, nombres y apellidos.

La casi hora y media se me hizo muy corta.

Lorenzo no quiere volver a Valdepiélagos. Se pone triste de pensar que su ceguera le impedirá ver el pueblo. Yo le he convencido de disfrutar el resto de los sentidos: andar por los caminos, dejarse mecer por el viento, oler los rincones de las calles, sentir el frío de la iglesia simplemente entrando en su interior y sobre todo, oir a los que todavía están. Espero haberle convencido.

Gracias Belén Gil  por dejarme conocer a tu madre Primitiva y a tu padre Lorenzo. Gracias a ellos somos lo que somos y nunca dejaré de repetir que... no olvidemos el porqué.


Foto 1. Lorenzo Gil y Gil

Foto 2. Lorenzo Gil y Gil, y su hija Belén. 

Foto3. Balbina Gil Moreno, matrona y madre de Lorenzo 

@belengil


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Fotos de Belén Gil

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