CRÓNICA: PRIMAVERA 1809


 CRÓNICA: PRIMAVERA 1809


La primavera de 1809 no dejó ajena la vida de los vecinos de Valdepiélagos. Ni siquiera pueblos escondidos como Patones se salvaron de los designios de la guerra. 


La primera semana de abril llegaron noticias inquietas de Buitrago. El Corregidor de esa villa que ya había sido arrasada, tras lo de Somosierra, siguiendo instrucciones de los gabachos, había mandado orden de inventario de todo aquello que pudiera ser utilizado. La no obediencia de aquel decreto todos sabían a lo que daría lugar. Un día verían entrar una columna en el pueblo para saquearlo a conciencia. 


El 17 de abril se juntaron en el Ayuntamiento los Alcaldes ordinarios, Francisco Vicente y Juan de Frutos, los regidores Gerónimo Frutos y Andrés González, actuando Juan Arribas como procurador y proporcionaron lo solicitado, relación de carros y mulas que hubiera en el pueblo. Es decir, no sólo sustento sino los medios que tenían los vecinos para, con mucho trabajo, no morir de hambre. 


En el valle del río que los bereberes llamaron de nadie, Xarama, ni el espíritu del Emir enterrado en Talamanca, ni las atalayas de vigilancia que con humo avisaban del enemigo pudieron hacer nada contra las tropas gabachas, cuya Infantería y escuadrones se movían a su antojo. 


Por si fuera poco los enemigos de los franceses que no siempre amigos de los habitantes de estos pueblos también campaban arrampando con todo lo que necesitaban sin pensar en el daño que dejaban. 


Desde septiembre de 1809 una de estas partidas, que llaman “Empecinados” en honor a quien les mandaba, don Juan Martín “El Empecinado”, trasladó su teatro de operaciones a las tierras próximas de Guadalajara. En la noche del 7 de diciembre de 1809 entraron en la casa de don Manuel Montalbán, un administrador de varios patrimonios, sabiendo que allí habría reales y burlando el ir y venir de las tropas francesas. Este hecho lo repitieron en los siguientes años en cualquier lugar que hubiera enseres y riqueza. 


Y como todo lo humano no puede ser ajeno, tampoco lo fue la historia que acontecía en España para nuestro pueblo. 


El 30 de diciembre de 1809 preludio de otro año nuevo de miseria, el comandante francés que de Torrelaguna había hecho su plaza, ordenó que en Valdepiélagos se requisaran reses y carros. 


No hubo mas remedio que requisar ya que lo contrario sería el saqueo. 


Juan Puentes, Joaquín Gil y Francisco González fueron los tasadores obligados. Se relacionaba lo robado con la falsa ilusión que una futura junta compensatoria devolviera lo requisadamente robado algún día. Esto era mitad sueño mitad utopía que nadie creía. 


Lo robado por los franceses fue:

A Juan Frutos, res de 950 reales. 

A Felipe Rojo, res de 750 reales. 

A Antonio González, res de 750 reales. 

La del señor cura, 900 reales. 

A Plácido García, res de 880 reales. 

A nuestro hexabuelo Juan de las Heras, res de 850 reales. 

A Manuel González la suya de 770 reales. 

A Juana García se le llevaron los vuelos de un carro valorado en 400 reales. 

A Francisco González, su escalera de carro de 55 reales. 

A Josef de la Fuente, su carro de 570 reales. 

A Manuel Sanz, vuelos de la carreta por 80 reales. 

A Juan Puentes, escalera de carreta de 30 reales y yugo y subeo de carro por 22 reales. 


El año 1809 terminaba de esa forma. Y nadie tenía ya fe en el siguiente...


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