CRÓNICA: EL CERRO MEDIODÍA



CRÓNICA: EL CERRO MEDIODÍA


Uno de los mayores placeres es viajar en tren. Mirar por la ventana a lo lejos mientras el paisaje cercano desaparece y el lejano dibuja un tiempo que parece ir más despacio, como si el minutero del reloj fuera lo inmediato y el horario, el horizonte.


Cuando eres un niño y tu lugar son los asientos traseros de un coche, la ventanilla es por donde se escapan las miradas y los sueños.


En aquellos viajes al pueblo siempre me atrapaba el margen derecho del río Jarama, más elevado, donde buscaba atalayas. Aquellas construcciones árabes que avisaban de la llegada de las hordas cristianas.


La recta de Fuente el Saz a Valdetorres me hacia pegarme al cristal para buscar esas construcciones con el cerro de San Pedro vigilante, amarilleando en verano por su componente gneis. Da igual la época del año, esta isla montañosa siempre tiene un tono distinto respecto a las tierras que le rodean.


Pero mi mayor misterio lo encontraba justo al norte. Lo apreciaba mejor llegando a Talamanca y lo veía majestuoso llegando al cruce de la carretera que viene de El Casar cuando te encaminas a Valdepiélagos.


Para mí, era un volcán.


Su visión era la misma a esos cráteres que expulsan lava y son típicos de otros lugares.


Pero no, a los niños de Valdepiélagos de todas las épocas les explicaban sus abuelos que era el cerro Mediodía.


Antes no existían relojes en las muñecas, se empezaron a llevar a finales de los 40. Y eran muy pocos los que llevaban uno en los bolsillos, pero los vecinos se las ingeniaban para saber qué hora era.


Relojes no, pero además de cura teniamos sacristán, que vivía en una casa en la calle de las Parras, edificio donde encontramos en algún momento estanco y barberia.


Además de tocar el órgano de la iglesia el ayudante del sacerdote tañía las campanas dos veces todos los días. Una anunciaba el mediodía y la otra, según nos cuenta Macario González, se llamaba "tocar a perdidos". Esto se hacía para orientar a los vecinos que estaban en el campo los días oscuros, de niebla, anochecidos, sin apenas luz. 


Y durante el día, las gentes del campo en Valdepiélagos, dando igual si estaban en el camino de Campoalbillo, cerca de Vayunquera o en el arroyo de San Benito, cuando querían saber si era mediodía, buscaban el cerro Mediodía. Con el sol a su espalda se ponían mirando a esta montaña de la sierra y si la.sombra iba de frente al cerro eran las doce del mediodía. "Las doce solares" decían. Antes no se atrasaba ni adelantaba la hora. 


Nos contaba Macario que había un suceso que parecía mentira. Estando arando, las mulas también indicaban el mediodía parándose cuando llegabas con ellas donde habías dejado la ropa, la talega o el zurrón. Y esto lo hacían estando el día claro o nublado, daba igual. 


Este punto de referencia, el cerro Mediodía, no creo que los vecinos supieran su verdadero nombre, pero quien lo quiera buscar en los mapas, además de en el horizonte, se llama la Peña de la Cabra. Una montaña de 1831 metros de altitud situada en el cordel central de la sierra de Ayllón, en el Sistema Central, dentro del municipio de Puebla de la Sierra. Pero esto a los valdepielagueños no les importaba. 


@macariogonzalezramos

@agustindelasheras 

@cronistadevaldepielagos


#VIIICentenario

#FuerodeTalamanca


 

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