CRÓNICAS DEL PILDE: El alcalde de Roa durmió en Quintanilla de Nuño Pedro. 1836.
Y es de conocer que los borbones también lucharon por no desaparecer como los austrias. Y se afianzaban a un reino que nunca fue suyo sino del pueblo. Y jugaron con los ideales de libertad de las gentes convenciendo al principio que el enemigo era el francés y que había que liberarse. Más cuando llegó al poder Fernando VII se olvidó de La Pepa y de libertades, siendo el poder más absoluto por el que nunca fue luchado. Y cambió la ley porque no tenía hijos. Y a su hermano Carlos y a muchas gentes que se llamaron carlistas no les parecieron bien estos juegos. Y los de siempre, las dos españas ávidas de poder utilizaron a la tercera para que se mataran por sus intereses.
Qué mal le ha ido a España en los años 30 de los dos últimos siglos, manipulada en los ideales y enfrentada por demagogias.
Y por la vega del Pilde y del Arandilla, por donde había luchado el Cura Merino, don Jerónimo, con los franceses. Y les había fusilado y degollado en tierras de Hontoria por venganza de los ahorcamientos de Soria. Y hasta alguno debió conocer la profundidad de la Torca de Fuencaliente, tropas polacas francesas de la mismas que se lanzaron Somosierra arriba desde el campamento de Napoleón en Boceguillas fueron las que regaron de sangre estas tierras. Y pasaron los años y el Cura Merino vió que el deseado rey era un borbón de los de siempreI.Y tomó las armas por su hermano Carlos al igual que muchos castellanos.
Y en la primera guerra carlista surgieron personajes galdosianos.
Y alguno hasta escribió sus memorias como las de don Gregorio González Arranz, alcalde mayor de la villa de Roa y su comarca. Y en ellas narró sucesos que ocurrieron en pueblos que con el tiempo he aprendido a querer, por su historia y sobre todo, por sus gentes.
Gregorio González Arranz fue un personaje que sufrió los vaivenes de la historia del siglo XIX que le llevó de ideas a pensamientos distintos lo que le hizo ser odiado o querido dependiendo de quien hablara de él.
Ferviente seguidor absolutista con Fernando VII, fue el alcalde de Roa, encargado de la ejecución de Juan Martín "el Empecinado". Pero a la muerte de Fernando tomó la bandera carlista, en la primera guerra.
Allá por junio de 1836, un contingente carlista salió de Navarra al mando de Basilio García, conocido como Basilio, el de Logroño, llevando como lugarteniente a un amigo de Gregorio, Juan Manuel Balmaseda. Llegando las noticias a Roa se armó la marimorena. Los liberales absolutistas de más nombre se largaron a Peñafiel. Y don Gregorio para que no le pillaran como rehén los liberales que quedaban no cogió las de Villadiego pero si las de la Ribera. Aunque fueron los mismos liberales los que le pidieron que volviera para defender de los carlistas a las familias de éstos. La columna carlista siguió su camino, pero el médico de la misma, le dejó a su hijo de siete años a su cargo. La columna carlista chocó con la isabelina y huyeron hacia Soria. Sin carlistas en Roa, volvieron los de Peñafiel y quisieron fusilar a don Gregorio y detener al niño. Uno de los liberales agradecidos le ayudó a huir con dos de sus hermanos, uno cura, y el niño y tomaron camino Soria.
Y en esa diáspora cogieron la vega del Pilde y una noche, según el diario del alcalde, llegaron a Quintanilla de Nuño Pedro, provincia de Soria, pueblo de mi señora suegra, más familia y buenos amigos.
"Catorce leguas largas nos separaban de Quintanilla de Ñuño Pedro y teníamos que atravesar la carretera de Aranda. En aque-
llos días todos los caminos estaban llenos de nacionales y de tropas Cristinas, puestas en movimiento por la expedición del rey don Carlos V. Atravesamos con suerte la carretera de Aranda y, marchando sin parar durante toda la noche, pasamos por pueblos y poblaciones ocupadas por nacionales y cristinos, donde varias veces nos vimos entre la espada y la pared.
A las cuatro de la tarde del día siguiente, rendidos y agotados por la terrible caminata, llegamos a Quintanilla de Nuño Pedro y llamamos a la puerta de Luis Carazo, hermano del ama del cura Serreruela, hombre a carta cabal, modelo de honradez y bien mandado. En cuanto se supo nuestra llegada, todas las personas principales del pueblo vinieron a visitarnos, sin que se delatara nuestra presencia, a pesar de la mucha gente que atravesaba por el pueblo. A los que reparaban extrañados en nuestras ropas les decían que éramos forasteros, parientes del superior del inmediato convento de Espeja. Al día siguiente, el dueño de la casa nos dio consentimiento para quedar alojados sin afanes de tiempo y nos prometieron su ayuda el alcalde y el cura párroco. Tranquilos respecto a nosotros, enviamos a Roa a Luis Carazo para informar a mi esposa dónde y cómo nos encontrábamos y para traernos ropas de cama y de vestir y colchones, que no había en la casa ni pudimos comprar en el pueblo. Se proveyó Carazo de una docena de pollos, para que le sirvieran de pretexto, y llegó a Roa un día de mercado. Como le advertimos que no preguntara por mi casa, fue procurando la iglesia de San Esteban, que estaba inmediata. Por las señas, conoció mi casa, y viendo a una señora en el balcón, le pidió que bajara, y entonces fue cuando le dijo que le llevaba una docena de pollos y una carta de su marido y hermanos."
Lo entrecomillado es De las memorias del Alcalde de Roa.
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