CRÓNICAS DEL PILDE: DESTIERRO. Brazacorta 5 de agosto de 2025.
Y crucé el Arandilla subiendo por la ribera del Pilde.
Los campos estaban desolados, yermos de cereal. Al pronto pensé que quizás Almanzor se había encaminado de nuevo hacia las murallas de Alcoba.
Una enorme máquina peinaba a navaja los campos ¡Menos mal! No era razia sino siega.
Y como la soñar es gratuito me imaginé ponerme encima de la túnica, una larga loriga a la que superponía el perpunte de color con el blasón de cronista, sujeto por un cinto de cuero que se ceñía a la cintura. Las fojas y brazaletes me protegían los brazos. La gorguera abrazaba mi cuello. Un almofar como usaban algunos árabes lo llevaba de capucha almohadillada y sobre ella, me coloqué el casco cónico con protección nasal como usaban los normandos. Las brafoneras me cubrían las piernas. En lugar de volante, embrague y acelerador de una endiablada máquina japonesa soñé en llevar el resto del equipo, lanza, espada gineta y escudo redondo, protecciones varias, silla de montar, freno, estribos largos sobre los que, con las piernas estiradas, me aseguraría en el combate. Al llegar a Valsordo, piqué espuelas.
Volvi de lo mío ya en Brazacorta. Y después de dejar pertrechos, ver algunas gentes, entre ellos al comendador de la villa, me postré en la cama de mi habitación. Me rodeaban mis libros y mis escritos.
Caí rendido mientras el reloj dejaba de cantar las horas.
Ha amanecido y escribo esto bajo el moral conocido. El sonido de apus apus y algún gallo afónico me rodea.
En nada volveré a coger el camino inverso que recorrió Ermesenda desde el monasterio duplice.
La Vid espera. Y también la oreja.
El edil echa agua a los árboles de la iglesia. Ha dudado, pero no se ha venido a almorzar.
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@presidentecronistasmadrileños
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