CRÓNICA: Juan Calleja Pérez, mi Tío Tayo.


CRÓNICA: Juan Calleja Pérez, mi Tío Tayo. 


Siempre se mueren los mejores.

El poso que me deja la memoria de mi Tio Tayo, es el haber conocido a una persona buena. No, no conviví con él  pero mi recuerdo conlleva el haber sido una persona, aun en la distancia, querida.

Ni siquiera sé con certeza por qué mi tio Juan era conocido por el Tío Tayo. Reminiscencia de los revueltos años 30 donde a un hijo le podías llamar Libertario. Pero con la llegada de otro régimen, al que le daban miedo hasta los nombres, hubo que cambiarlos. Me quedo no con la connotación política sino por el amor de cualquier padre que quiere que su hijo viva en libertad. Por eso Libertario paso a ser tario, taio y a pronuniciarse como Tayo. Aunque en su dni figuraba Juan, Juanito.

Mi tío está casado con Carmencita, mi tía Carmen de las Heras, hija de Carmen Ortuño Ortuño, la segunda mujer de mi abuelo Emigdio, burgalesa, nacida en Peñaranda de Duero, muy cerquita de Brazacorta. 

Cuando ha llegado al tanatorio enseguida la mirada de mi tía se ha fijado en mí. Alguien le ha susurrado que yo era su sobrino Agustín. Y desde ese momento ha cogido mis manos y sin soltarlas me ha llevado al pasado.

Sus infancias, mi padre, ella siendo niña, amenazas, el hambre, dolor, palizas, vidas complicadas, donde no seré yo quién juzgue a nadie, almas rotas por la desgracia. Unos viviendo a otros, creyéndose dueños de otras vidas. Qué fácil es sentirse amo del prójimo sin pensar en él. 

Cada cual que cumpla su pena aunque no suela haber justicia. 

Me ha preguntado si quería ver a mi tío. Yo soy de las personas que rehuye de esos momentos y no por temor , sino por no recordar a una persona por esa última imagen. Pero al cogerme de las manos y decidme que si íbamos juntos no he podido decir que no. 

Y mi enfermedad eidética me ha llevado a dos pasados fotografiados.

Uno en la bajada norte del puerto de Canencia. En un recodo de curvas plagado de grandes helechos, un camino donde dejar un 127, un 850, un 1500 y algún otro coche. Era un domingo de buen tiempo, de esas pocas etapas de ver una familia aún unida. Mis tíos, mis primos, mesas y sillas plegables. Las neveras de hielo con botellines de mahou hundidos y una botella de vino de Camarena. Y en la bandeja superior de plástico un par de tomates y pepinos. Las tarteras iguales con tortilla de patatas, filetes empanados encima y pimientos fritos. Pan comprado en Miraflores y risas, muchas risas.

La segunda fotografía fue en Daimuz, apartamentos Campos II. Llevé a mi sobrino Jorge a ver a sus abuelos y la imagen que tengo es la de ver a mis tios cada uno en el balcón de su apartamento, Carmencita y Tayo, Antonio y Mercedes, Emilio y MariLuisa. Pero me faltaba mi tia Ina. 

Mi Tío Tayo era conductor de la EMT en la línea 5, como varios conductores que ha dado Valdepiélagos a los autobuses madrileños, incluido su hijo, mi primo Juan Carlos, el padre de José Ignacio y hasta mi padre.

Mañana a las 12 habrá misa en la iglesia de la Asunción de Nuestra Señora antes de partir al camposanto.

Las campanas plañirán como nuestros ojos. 

Pero aquel niño al que su padre le puso Libertario podrá ser libre de esta vida, como los demás también deseamos.

Lo siento Tío.


@agustindelasheras

@cronistadevaldepielagos

@presidentecronistasmadrileños

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